Un auténtico manitas debe saber, por lo menos, algo básico sobre tornillería. Que no cunda el pánico. En este post voy a hablarte sobre las cabezas de tornillos y para qué sirve cada tipo.
Un poco de historia
Se cree que el tornillo nació como un modelo gigante propuesto por Arquímedes que servía para trasladar agua a zonas elevadas (algo así como un ascensor acuático).
Poco a poco se iría reflexionando acerca de sus propiedades para fijar objetos (el tornillo ofrece un agarre más fuerte que el clavo) y sus dimensiones se rediseñarían para adaptarlas a las necesidades de los carpinteros al tener que comprar tornillos distintos.
Hay que tener en cuenta que el tornillo se concibió como un recurso artesanal, y más adelante como una solución industrial, pues su uso requería de herramientas especializadas. Los taladradores y destornilladores domésticos que empleamos en la actualidad no empezarían a comercializarse hasta finales del siglo XX.
Diversificación de los tipos de tornillos
A finales del siglo XVIII, en pleno auge de la Revolución Industrial, un empresario llamado Henry Maudslay ambicionó producir tornillos en masa para las fábricas.
La idea tuvo tanto éxito que decenas de empresarios intentaron hacerse un hueco en este boyante mercado. Aparecieron cabezas de tornillo de todo tipo.
El tornillo más habitual era el de cabeza plana o ranurada, que es fácil de manipular pero a la vez es una tarea lenta y a veces peligrosa, ya que las herramientas tienden a resbalar en él.
Una solución que se volvió muy popular fue el tornillo Robertson (diseñado por el inventor canadiense P. L. Robertson), que posee una muesca cuadrada en el centro, la cual permite un agarre más estable y mayor velocidad de giro.
A principios del siglo XX, Henry Ford, el pionero fabricante de automóviles, estaba encantado con el modelo Robertson. Decía que le ahorraba hasta dos horas de trabajo por coche. Sin embargo, no logró comprar una patente para fabricarlo en exclusiva, de modo que tuvo que buscar una alternativa.
Esta fue la cabeza cruzada del tornillo de Henry F. Phillips, un modelo que presentaba además nuevas virtudes: adaptabilidad (un único destornillador puede trabajar con cabezas de distintos tamaños), facilidad para centrarse y la propiedad de «patinar adrede» y así evitar que el herraje quede excesivamente apretado.
No obstante, la manipulación excesiva del tornillo con cabeza cruzada hace que la cruz acabe deformándose, de manera que el herraje queda inservible.
Hacia la modernidad
Para que los tornillos con cabeza cruzada no acabaran destrozados, empezaron a buscarse soluciones. Finalmente surgió, en 1967, el tornillo Torx.
Su cabeza hexagonal hacía que el agarre fuera más seguro, y esa forma tan peculiar produjo que al principio se empleara como tornillo de seguridad, ya que pocos particulares eran capaces de desmontarlo.
La industria ha evolucionado mucho en materia de tornillos de seguridad. Actualmente no es extraño que muchos productos (sobre todo aparatos electrónicos sofisticados) utilicen una decena de tornillos diferentes.
Para manipular los tornillos de seguridad es preciso saber manejar distintos tipos de taladradoras, algunas de las cuales inciden sobre el herraje de manera insólita; por ejemplo, agarrando la cabeza desde fuera.
Los tornillos también han evolucionado en cuestión de materiales. La sustitución del hierro por el acero en el proceso de fabricación fue seguramente el salto más revolucionario, ya que confería al herraje más dureza y maleabilidad a la vez. Sin duda alguna una inmensa variedad de tornillería que hoy en día tenemos a nuestra disposición en ferreterías online como BricoBlue con más 800 tipos distintos de tornillos y sistemas de fijación en stock.
Otra mejora son los sistemas de recubrimiento, como el zincado, que protegen el herraje contra la oxidación.
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